La hermana de mi madre, Ana, casi siempre ha vivido lejos de nosostros, es decir, en otra región. Sólo durante unos pocos años, estuvo en Cerro Navia y recuerdo que íbamos a pasar el día domingo con su familia. Su marido trabajaba en la Endesa, y estaba asignado a la central que se ubica en la comuna de Cerro Navia. El viaje hacia allá, no era breve, demorábamos alrededor de una hora en llegar, nos íbamos en micro, en ese tiempo vivíamos en Recoleta, y tomábamos la micro en Recoleta esquina Einstein, que atravesaba en su trayecto, por Recoleta, luego Santiago, para cruzar Quinta Normal y tomar rumbo a Cerro Navia, que aún no tenía ese nombre, esa comuna aún era parte de Pudahuel, la central de Endesa, estaba ubicada a un lado del Cerro, que tenía por nombre “Navia”, de ahí toma su nombre, luego en el año 1992.
Los primos eramos menores, yo era la mayor y tenía alrededor de 12 años, cuando llegaron a vivir a Santiago. En edad me seguía Claudia con dos años menos, luego Sandra, que no recuerdo bien su edad, pero debe tener una diferencia de 3 años con su hermana mayor, y finalmente el menor es Hernán, que era bien chiquito para entonces. Era bonito ir para allá, su casa estaba ubicada en un recinto cerrado y protegido, con grandes espacios para jugar y divertirnos. Jugábamos además con los vecinos amigos de mis primos. Para mi que como hija única, no tenía compañía para jugar, era muy agradable. Todo comenzaba con la llegada y las conversaciones de los adultos, mientras los niños jugábamos dentro de la casa, esperando la hora del almuerzo. Luego de terminar el almuerzo, teníamos permiso para salir a jugar fuera de la casa, en los jardines o el terreno amplio que estaba a un costado de la población formada por una cantidad de casas que rodeaban una plaza central de forma rectangular, que tenía juegos y bancas, especialmente diseñadas para compartir en familia y juegos infantiles.
Después de varios años, mi tío fue destinado al norte de Chile, específicamente a la ciudad de La Serena y tuvieron que cambiarse, quedamos solos los 4 nuevamente, mi tía Lola (la hermana mayor), su marido, mi madre y yo. Los domingos volvieron a ser en casa, viendo tv o escuchando música y leyendo. Tengo lindos recuerdos del trato que me daban mi tía Ana y su marido, Hernán. Con él pude conversar telefónicamente en momentos en que su salud se deterioró y mi prima Claudia, lo acompañó y cuidó. Le agradecí sus atenciones y le expresé que siempre le he recordado con mucho cariño y que para mi es muy importante el recuerdo que guardo de él. Se emocionó mucho y logré escuchar un sollozo del otro lado del teléfono y luego mi prima tomó el teléfono para agradecerme a mi, ese llamado a su padre. Poco tiempo después, mi tío se fue. Para entonces, la familia de mi tía Ana, ya se había ido a vivir a Rapa Nui, y mi prima Claudia había viajado al continente únicamente a cuidarlo.
La comunicación hacia y desde la isla aun en estos tiempos de modernidad, resulta difícil y fallan las señales de celular habitualmente, por lo que el contacto cercano que teníamos se fue distanciando y acostumbrándonos también a eso. Pasaron 10 años y ya por mi parte, me había resignado a que no volvería a ver a mi tía, que ella partiría estando en Rapa Nui. Mi madre en silencio estaba aceptando la misma idea, la llamaba y conversaban hasta que la conexión lo permitía. Mi tía tuvo varias complicaciones de salud en el último año, cirugía y una infección grave en una herida de una de sus piernas. Lo que más nos hacía pensar que podía estar cercana en cualquier momento su partida, y no podríamos despedirnos siquiera.
Como la vida siempre nos sorprende y por sobretodo, Dios me quiere mucho… Mi tía está en el continente desde agosto de este año. Nos visitó al día siguiente del cumpleaños de mi madre. Ambas pudieron finalmente abrazarse, solo quedan ellas de los cuatro hijos que tuvieron mis abuelos. Por estos días, esta es la segunda vez que se queda a alojar en mi casa durante una semana, porque está viviendo con dos de sus nietos que viven en la Estación Central, una antigua casa que fue de ella, hace varios años y que terminó por venderle al padre de sus nietos menores. Como los chicos deben viajar por temas de trabajo, ella quedaría sola y no está en condiciones para eso.
Esta convivencia, nos ha unido mucho, hemos podido conversar y ha resultado que tenemos demasiadas similitudes, pensamos igual referente a varios temas, reaccionamos igual a muchas otras cosas, nos gusta la lectura a ambas, tenemos una búsqueda en lo espiritual intensa, ambas. Nos gusta leer los mismos libros. Ha quedado maravillada con los libros que tengo, y se ha devorado algunos, en los días que ha estado en casa. Le presté algúnos para que se llevara, el día que regresó a casa de sus nietos y, ahora que está de regreso, le regalé dos libros nuevos de Metafísica, que ella no ha leído. Esos son los libros más importantes para mi, son los que me abrieron el mundo a cómo lo veía yo, los que me hicieron click en la búsqueda que tengo desde muy joven. Se tratan de los libros de Cony Méndez, la escritora venezolana cuya única misión en su paso por este planeta, fue la enseñanza de esa ciencia. Escribió y divulgó la metafísica y estoy segura, que a ella también le harán mucho sentido cuando los lea.

Como no todo puede ser perfecto, está con un problema de visión, producto de un derrame, es decir una trombosis ocular, y para lo que debe realizarse lo más pronto posible un tratamiento, con un procedimiento que es bastante delicado, y que hoy existe la alternativa de realizarlo con láser. El próximo viernes, tiene una consulta con un oftalmólogo para tener una segunda opinión, con respecto al diagnóstico que le entregó el primer oftalmólogo al que consultó. Dios mediante, podrá tratarse y detener el avance del daño que está provocando el coágulo que quedó en uno de sus ojos.
Resulta sorprendente que tanto ella, como mi tía Lola y mi madre, han sufrido de problemas en los ojos, y que han dañado su visión. Mi tía Lola prácticamente no veía nada en los últimos años de vida, lo que también la privó de disfrutar de la lectura. Mi madre tiene miopía y además, la retina perforada en uno de sus ojos. Eso me hace temer un poco que eso también pueda sucederme en un futuro.
Durante la primera estancia en mi casa de la tía Ana, pudimos compartir con sus nietos Mael y Iaco, hijos de mi prima Claudia, conocimos a su bisnieta Florencia, hija de Mael. Fue lindo descubrir que tengo dos primos que además, de ser lindos, son excelentes personas y muy simpáticos. Pasamos varias tardes conversando y conociéndonos. Agradecí al universo, por ese regalo inesperado para todos nosostros.
