Era el año 1979, y se hacía necesario ubicar un lugar donde yo pudiera continuar mis estudios, dado que el colegio donde asistía, solo tenía enseñanza básica y yo cursaba el último año, es decir, octavo básico. Tenía excelentes notas en todas las asignaturas, mis profesores, decían que tenía capacidades para estudiar lo que quisiera, sin embargo, que mis preferencias iban inclinadas a las matemáticas. Así es que mi familia, especialmente mi tía, pensaba que lo indicado sería que ingresara a un colegio donde los alumnos también podían cursar un estudio técnico y salir con un título en la mano para enfrentar el mundo laboral muy rápido, eso sería teniendo 17 años, si no repetía ningún año, que era lo lógico en mi caso, ya que era muy buena alumna.
Así es que mi tía comenzó la búsqueda de algún establecimiento cercano o relativamente cercano a nuestra casa. Nosotros vivíamos en la comuna de Recoleta para ese tiempo, en la calle Einstein, como a tres cuadras de la calle Recoleta. Ella dedicó tiempo a recorrer algunas calles, solicitando información a algunos vecinos y yendo personalmente a ver los establecimientos. También algunos establecimientos fueron a mi colegio de educación básica a dar charlas informativas, promoviendo sus instituciones, . Después de varios recorridos y visitas, llegó a uno que se ubicaba en las primeras cuadras de la calle Recoleta, pasó a verlo y a consultar como era el sistema. Le agradó el lugar, el tipo de alumnos que se veía que asistían y las personas que allí la atendieron y le explicaron. Ella por supuesto, se jactó de que su sobrina era una excelente alumna y tenía muy buenas notas, siendo la primera de su curso. Ese día nos conversó del tema a mi y a mi mamá y lo que le había gustado del lugar. Así es que quedamos en que en unos días más iríamos a verlo ambas, para que yo también lo conociera y viera qué me parecía.
Ya quedaba menos para terminar el año escolar y se hacía necesario contar con una matrícula asegurada para el siguiente año. Fuimos a ver el establecimiento que nos había conversado mi tía, a mi y a mi mamá. Se ubicaba al frente del Liceo Valentín Letelier, muy conocido por el sector y con bastante buena reputación en esa época. Cuando bajamos de la micro, y miro a la vereda de enfrente, que era donde ella decía estaba el lugar, me fijo que era grande, se notaba que había dos locales ocupando casi la mitad de la cuadra. Tenía dos entradas diferentes, estaba pintado y muy bien presentada sus fachadas, con letras grandes que lo identificaban como “ICAR”.
Entramos por el local de la derecha de ka cakke, y se veía de inmediato una especie de plaza pequeña con baldosas blancas y rojas, con muchas plantas y bancas donde habían sentadas algunas alumnas conversando. La primera oficina ubicada a la derecha de la entrada, era la recepción y se podía ver escritorios y muebles con documentos y archivadores. La vista desde esa oficina, era primero el jardín tipo plaza, con muchas plantas y bancas, luego de eso, estaban las salas con un muy amplio patio, que terminaba en un muro final, en el que estaba ubicada una imagen de la Virgen María, simulando una pequeña gruta. Luego de un tiempo, supe que esos locales, habían pertenecido a una congregación religiosa de monjas españolas que regresaron a España y le vendieron las instalaciones al dueño del ICAR, don Osvaldo Romo.

Las salas eran muy amplias, con capacidad para más de 40 alumnas. Los dos locales estaban destinados a los cursos separados por géneros, el local “425” era para las niñas, y el local “457” era para los niños. En este lugar cuyo nombre era “Instituto Comercial Avenida Recoleta” se impartían dos carreras técnicas, una era Contabilidad y la otra era Secretariado. Al comienzo de las clases los alumnos en general tenían asignaturas combinadas de ambas carreras, debiendo escoger una de ellas, al ingresar a Tercer año medio. Donde completarían y se especializarían en esa carrera.
Venía de un colegio de solo niñas, por lo que me acomodaba mucho el sistema que tenían. En esos años recuerdo que no sabía bien como comportarme con los niños, había cierto temor, timidez, poca habilidad de relacionarme con personas del otro sexo.
Me gustó el lugar y el sistema, me intimidaba un poco, pero era lógico todo cambio resulta incierto. Llegamos a la casa y conversamos del tema, mi tía pensaba que era el mejor de todos, por la buena presentación de los alumnos, por la infraestructura que tenía, por el sistema que tenía, pensaba que era lo más indicado para mi.
Un detalle importante que tenía, era que había que pagar una mensualidad, y eso también lo hacía ver como tener un estatus mayor. Contaba con sala para aprender dactilografía con una sala inmensa con gran capacidad de alumnos, donde cada uno tendría su propia máquina de escribir manual para aprender. En otro local había una sala más pequeña con máquinas de escribir eléctricas. Tenía también una sala de máquinas sumadoras, donde aprendían y practicaban el uso, los alumnos que tomaban la carrera técnica de Contabilidad. No debemos olvidar que corría el año 1979, y todo eso, era demasiado moderno y avanzado en cuanto a un establecimiento educacional. De hecho fue a poco tiempo, muy cotizado por los padres que buscaban un lugar de calidad y excelencia en la educación. Se le veía casi como a un nivel universitario. No había colegio en Santiago que tuviera tantas instalaciones de tipo técnico en educación media o media técnica. Sus alumnos venían de todas las comunas de la Región Metropolitana, debiendo levantarse muy temprano para llegar a las 08:00 hrs de la mañana.
También contaba con un gimnasio bajo techo para la práctica de educación física, protegiendo a los alumnos del frío o del calor. Tenía baños con duchas con agua caliente. Había una cancha grande, con graderías, el que se podía habilitar para la práctica de cualquier deporte. Contaba con implementos deportivos, tanto para las alumnas como para los alumnos. Tenía gran cantidad de salas en ambos locales, (después supe que eran tres locales en realidad) ya que la matrícula total del alumnado que comprendía dos jornadas, mañana y tarde, llegaba a los 1.200 alumnos.
Por todo lo anteriormente descrito, me convenció el lugar y ya quería comenzar mis clases allí. Acepté que me matricularan y se generaron muchas expectativas en mi familia y en mi. Sin saberlo, estaba dando el punta pié inicial para la mejor de mis etapas estudiantiles. El año 1980, marcaría una gran diferencia en mi.