Llevaba largo tiempo con dolores constantes, en diversas partes del cuerpo, pero no había tomado conciencia de ello. El dolor de cabeza que duraba días o semanas, lo atribuía a la contaminación de la ciudad, el dolor en el cuello, lo atribuía a la postura durante mi trabajo, lo mismo el dolor en la parte media de mi espalda. El dolor en el hombro y la zona de clavícula, era porque me había puesto de lado y apoyada en ese lado de mi cuerpo, durante la jornada de trabajo de hoy y pensaba… mañana me tengo que sentar derecha y el dolor se irá. En fin, tenía tantos dolores, pero siempre encontraba una razón para su presencia.

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Durante las noches, a veces los dolores se intensificaban y lloraba de impotencia porque el dolor era insoportable. Me costaba mucho levantarme al día siguiente y despertaba bajo la ducha caliente. Recién entonces tomaba un poco más de energía para trabajar y hacer todo lo que estaba a mi cargo: ayudar a mis hijos con las cosas del colegio, el fin de semana, las compras, el aseo de la casa, en fin, tantas cosas como todas las madres.
Me autopresionaba para rendir mucho en mi trabajo de generadora de contenidos en una página web. Subía diariamente gran cantidad de artículos, alrededor de 30 publicaciones. Todo aquello que llegaba a mi bandeja de entrada de mi correo electrónico y además, aquellas cosas interesantes que encontraba en las páginas de los diferentes temas, que visitaba a diario buscando más contenido. Cabe mencionar que trabajaba en una empresa dedicada a varios temas, y yo estaba a cargo del contenido de la página web de actividades de entretenimiento en la Región Metropolitana, es decir, teatro, cine, recitales, tocatas, fiestas, carretes, restaurantes, etc.
Era yo quien más me exigía, me gustaba escuchar los comentarios de mis compañeros sorprendidos por mi desempeño, diciendo “es una máquina”. Hoy tengo claro que eso es un tremendo error, no valía la pena, no marcó ninguna diferencia a mi favor, lo único que logré fue sumar otro factor a mi nivel altísimo de estrés. Pensaba que lograría reconocimiento y podría optar a un sueldo mejor.
Estaba convencida de que dormía poco, porque pronto llegaría la menopausia y eso es una característica, así que lo acepté y viví años durmiendo 3 o 4 horas cuando mucho, siempre esperando que llegara la menopausia, que no se hacía presente aún.
El dolor en mis caderas se había agudizado demasiado, y entonces un día lo asocié a la artrosis que sufre mi madre en sus rodillas, pensando que podía habérmela heredado. Decidí ir por ayuda médica antes de que avanzara más y se volviera invalidante, por lo que busqué un Reumatólogo. Rápidamente encontré uno que estaba relativamente cerca de mi lugar de trabajo. En la entrevista le expliqué que el dolor en mi cadera era constante, y que pensaba que podía estar presentando la artrosis que sufre mi madre. El doctor hizo varias preguntas como era de esperar, y procedió a examinarme, también pidió exámenes de laboratorio, entre ellos una Densitometría para ver el estado de mis huesos. Me realicé los exámenes rápidamente para saber qué pasaba conmigo. En el examen físico, el doctor llegó a la conclusión de que lo que yo tenía no era nada de lo que imaginaba. Mi diagnóstico era Fibromialgia, quedé sorprendida sin poder reaccionar. El médico me explicó que hay 18 puntos que se estudian para ese diagnóstico y yo cumplía con ellos. Los exámenes de laboratorio no mostraban otros problemas, todo estaba bien.
Tras el lapidario diagnóstico para mí, comienzan las recetas médicas. Recetó en un principio solo dos medicamentos y me deriva al ginecólogo para que vea las molestias que tenía, diciendo que es importante que no deje de ir. Para ese momento ya había comenzado a tener irregularidad en mis menstruaciones.
Fue tanta mi sorpresa ante la palabra Fibromialgia, yo poco sabía del tema, solo alguna idea de un artículo leído a la rápida en alguna revista y nada más. Pues bien, tenía que investigar y aprender del tema. Paralelamente yo sentía que ante todas mis molestias el yoga podría ayudarme y estaba empeñada en ubicar un lugar donde poder practicarlo. Conversando con alguien, me dio el dato de un lugar cercano a mi casa donde se hacían sesiones a nivel de junta de vecinos, y comencé a asistir.
Nunca había hecho ejercicio en mis 47 años de edad, a los 14 años me diagnosticaron hiperlaxitud, y me fue prohibido el ejercicio físico hasta que egresé de la enseñanza media. Año a año era evaluada por mi médico y no recomendaba el ejercicio en mi caso, podía lesionarme. Con el yoga aprendí a respirar, eso posteriormente, me ayudó a relajarme, fue una herramienta en momentos de estres, por ejemplo, en las aglomeraciones del metro en horario punta.
Sentía rechazo a tener que tomar medicamentos, aunque en un principio solo era un relajante muscular y otro para ayudar con los dolores y mejorar mi calidad del sueño. La primera noche en que tomé el relajante muscular, no podía creerlo, a la hora después me había quedado dormida y dormido por 5 horas de corrido. Al despertar, el dolor de la parte baja del cuello que se extendía hacia los hombros, había disminuido considerablemente. Sentía que estaba en el paraíso y tenía un profundo agradecimiento hacia el doctor Hernández.
Pero este diagnóstico me hizo pensar mucho, qué iba a pasar conmigo en el futuro, supuestamente de esto nadie sale, se vive eternamente con esta enfermedad una vez que llega a tu vida, así me lo explicó el doctor. Cómo era posible que yo la tuviera, a mí no me podía estar pasando eso. ¿Por qué razón, esto me pasaba a mí? Comencé entonces la búsqueda del tema, encontré artículos del tema que devoraba tratando de entender y de aprender, ubiqué grupos de Facebook con personas que estaban en la misma condición que yo, encontré lugares donde iban personas con este problema, para que les ayudasen a sobrellevar esta enfermedad.
Recuerdo que fui a charlas en instituciones que trataban a personas con fibromialgia. Había personas mayores que yo, que llevaban 20 años con la enfermedad. También había personas que no eran capaces de levantarse en las mañanas debido a los dolores y personas que permanecían en cama durante años. Había también personas muy jóvenes, de 15 o 20 años. Recuerdo que una niña de 20 relataba que ella no pudo levantarse de su cama por mucho tiempo debido a los dolores en todo su cuerpo. Su hermano mayor había investigado y logrado estudiar con respecto a la ayuda que ofrecía la cannabis en este tema. Investigando, aprendió a fabricar aceite de cannabis y se lo daba a su hermana. Gracias a eso, ella pudo levantarse de su cama y tratar de retomar su vida habitual. La joven tenía solo 20 años y ya había experimentado tremendos dolores y una vida invalidante.
Al mismo tiempo que esto sucedía, había solicitado atención médica en el consultorio porque tenía sospecha de estar sufriendo de hipotiroidismo, que también tiene mi madre. Lamentablemente en eso, no estaba equivocada y me diagnosticaron hipotiroidismo, y me derivan a la psicóloga al mismo tiempo. Las personas con hipotiroidismo sufren generalmente de depresión y yo seguramente, no iba a ser la excepción. Fue muy bueno, porque la psicóloga me apoyó también con mi otro diagnóstico de fibromialgia, el que por supuesto también le comenté. Tenía un nivel de 19, cuando lo normal es de 4 a 5 como mucho. Por eso sentía un cansancio tan extremo, sumado a la falta de sueño por años, parecía un zombie, la verdad.
Yo solo me enfocaba en trabajar, rendir en mi casa y en mi trabajo, de los síntomas no quería hacer caso, ya se me iba a pasar, pensaba yo.
Poco antes del cambio de trabajo en el que era generadora de contenido, había problemas en casa y tenía dos trabajos. Al primero entraba a las 8 de la mañana y salía a las 18:00 horas. Después me iba al segundo trabajo, en el que entraba a las 18:30 y salía a las 22:00 hrs. Llegando a casa sin querer comer, solo quería mi cama, y en mi cama no lograba dormir. Hoy veo en retrospectiva esta situación y no me explico cómo lo hacía y cómo lo soportaba.
Con el cambio de trabajo, abandoné el segundo trabajo, pero el deterioro físico ya estaba, mi mente tampoco estaba bien y no lo sabía. No quería que en casa faltara nada, había cuentas que pagar y necesidades propias de toda familia con dos hijos escolares. Mi marido en ese tiempo, había perdido el trabajo y por un tiempo largo, solo vivíamos con mis ingresos.






