Llevaba largo tiempo con dolores constantes, en diversas partes del cuerpo, pero no había tomado conciencia de ello. El dolor de cabeza que duraba días o semanas, lo atribuía a la contaminación de la ciudad, el dolor en el cuello, lo atribuía a la postura durante mi trabajo, lo mismo el dolor en la parte media de mi espalda. El dolor en el hombro y la zona de clavícula, era porque me había puesto de lado y apoyada en ese lado de mi cuerpo, durante la jornada de trabajo de hoy y pensaba… mañana me tengo que sentar derecha y el dolor se irá. En fin, tenía tantos dolores, pero siempre encontraba una razón para su presencia.

Fuente imagen: Wikipedia.org

Durante las noches, a veces los dolores se intensificaban y lloraba de impotencia porque el dolor era insoportable. Me costaba mucho levantarme al día siguiente y despertaba bajo la ducha caliente. Recién entonces tomaba un poco más de energía para trabajar y hacer todo lo que estaba a mi cargo: ayudar a mis hijos con las cosas del colegio, el fin de semana, las compras, el aseo de la casa, en fin, tantas cosas como todas las madres.

Me autopresionaba para rendir mucho en mi trabajo de generadora de contenidos en una página web. Subía diariamente gran cantidad de artículos, alrededor de 30 publicaciones. Todo aquello que llegaba a mi bandeja de entrada de mi correo electrónico y además, aquellas cosas interesantes que encontraba en las páginas de los diferentes temas, que visitaba a diario buscando más contenido. Cabe mencionar que trabajaba en una empresa dedicada a varios temas, y yo estaba a cargo del contenido de la página web de actividades de entretenimiento en la Región Metropolitana, es decir, teatro, cine, recitales, tocatas, fiestas, carretes, restaurantes, etc.

Era yo quien más me exigía, me gustaba escuchar los comentarios de mis compañeros sorprendidos por mi desempeño, diciendo “es una máquina”. Hoy tengo claro que eso es un tremendo error, no valía la pena, no marcó ninguna diferencia a mi favor, lo único que logré fue sumar otro factor a mi nivel altísimo de estrés. Pensaba que lograría reconocimiento y podría optar a un sueldo mejor.

Estaba convencida de que dormía poco, porque pronto llegaría la menopausia y eso es una característica, así que lo acepté y viví años durmiendo 3 o 4 horas cuando mucho, siempre esperando que llegara la menopausia, que no se hacía presente aún.

El dolor en mis caderas se había agudizado demasiado, y entonces un día lo asocié a la artrosis que sufre mi madre en sus rodillas, pensando que podía habérmela heredado. Decidí ir por ayuda médica antes de que avanzara más y se volviera invalidante, por lo que busqué un Reumatólogo. Rápidamente encontré uno que estaba relativamente cerca de mi lugar de trabajo. En la entrevista le expliqué que el dolor en mi cadera era constante, y que pensaba que podía estar presentando la artrosis que sufre mi madre. El doctor hizo varias preguntas como era de esperar, y procedió a examinarme, también pidió exámenes de laboratorio, entre ellos una Densitometría para ver el estado de mis huesos. Me realicé los exámenes rápidamente para saber qué pasaba conmigo. En el examen físico, el doctor llegó a la conclusión de que lo que yo tenía no era nada de lo que imaginaba. Mi diagnóstico era Fibromialgia, quedé sorprendida sin poder reaccionar. El médico me explicó que hay 18 puntos que se estudian para ese diagnóstico y yo cumplía con ellos. Los exámenes de laboratorio no mostraban otros problemas, todo estaba bien.

Tras el lapidario diagnóstico para mí, comienzan las recetas médicas. Recetó en un principio solo dos medicamentos y me deriva al ginecólogo para que vea las molestias que tenía, diciendo que es importante que no deje de ir. Para ese momento ya había comenzado a tener irregularidad en mis menstruaciones.

Fue tanta mi sorpresa ante la palabra Fibromialgia, yo poco sabía del tema, solo alguna idea de un artículo leído a la rápida en alguna revista y nada más. Pues bien, tenía que investigar y aprender del tema. Paralelamente yo sentía que ante todas mis molestias el yoga podría ayudarme y estaba empeñada en ubicar un lugar donde poder practicarlo. Conversando con alguien, me dio el dato de un lugar cercano a mi casa donde se hacían sesiones a nivel de junta de vecinos, y comencé a asistir.

Nunca había hecho ejercicio en mis 47 años de edad, a los 14 años me diagnosticaron hiperlaxitud, y me fue prohibido el ejercicio físico hasta que egresé de la enseñanza media. Año a año era evaluada por mi médico y no recomendaba el ejercicio en mi caso, podía lesionarme. Con el yoga aprendí a respirar, eso posteriormente, me ayudó a relajarme, fue una herramienta en momentos de estres, por ejemplo, en las aglomeraciones del metro en horario punta.

Sentía rechazo a tener que tomar medicamentos, aunque en un principio solo era un relajante muscular y otro para ayudar con los dolores y mejorar mi calidad del sueño. La primera noche en que tomé el relajante muscular, no podía creerlo, a la hora después me había quedado dormida y dormido por 5 horas de corrido. Al despertar, el dolor de la parte baja del cuello que se extendía hacia los hombros, había disminuido considerablemente. Sentía que estaba en el paraíso y tenía un profundo agradecimiento hacia el doctor Hernández.

Pero este diagnóstico me hizo pensar mucho, qué iba a pasar conmigo en el futuro, supuestamente de esto nadie sale, se vive eternamente con esta enfermedad una vez que llega a tu vida, así me lo explicó el doctor. Cómo era posible que yo la tuviera, a mí no me podía estar pasando eso. ¿Por qué razón, esto me pasaba a mí? Comencé entonces la búsqueda del tema, encontré artículos del tema que devoraba tratando de entender y de aprender, ubiqué grupos de Facebook con personas que estaban en la misma condición que yo, encontré lugares donde iban personas con este problema, para que les ayudasen a sobrellevar esta enfermedad.

Recuerdo que fui a charlas en instituciones que trataban a personas con fibromialgia. Había personas mayores que yo, que llevaban 20 años con la enfermedad. También había personas que no eran capaces de levantarse en las mañanas debido a los dolores y personas que permanecían en cama durante años. Había también personas muy jóvenes, de 15 o 20 años. Recuerdo que una niña de 20 relataba que ella no pudo levantarse de su cama por mucho tiempo debido a los dolores en todo su cuerpo. Su hermano mayor había investigado y logrado estudiar con respecto a la ayuda que ofrecía la cannabis en este tema. Investigando, aprendió a fabricar aceite de cannabis y se lo daba a su hermana. Gracias a eso, ella pudo levantarse de su cama y tratar de retomar su vida habitual. La joven tenía solo 20 años y ya había experimentado tremendos dolores y una vida invalidante.

Al mismo tiempo que esto sucedía, había solicitado atención médica en el consultorio porque tenía sospecha de estar sufriendo de hipotiroidismo, que también tiene mi madre. Lamentablemente en eso, no estaba equivocada y me diagnosticaron hipotiroidismo, y me derivan a la psicóloga al mismo tiempo. Las personas con hipotiroidismo sufren generalmente de depresión y yo seguramente, no iba a ser la excepción. Fue muy bueno, porque la psicóloga me apoyó también con mi otro diagnóstico de fibromialgia, el que por supuesto también le comenté. Tenía un nivel de 19, cuando lo normal es de 4 a 5 como mucho. Por eso sentía un cansancio tan extremo, sumado a la falta de sueño por años, parecía un zombie, la verdad.

Yo solo me enfocaba en trabajar, rendir en mi casa y en mi trabajo, de los síntomas no quería hacer caso, ya se me iba a pasar, pensaba yo.

Poco antes del cambio de trabajo en el que era generadora de contenido, había problemas en casa y tenía dos trabajos. Al primero entraba a las 8 de la mañana y salía a las 18:00 horas. Después me iba al segundo trabajo, en el que entraba a las 18:30 y salía a las 22:00 hrs. Llegando a casa sin querer comer, solo quería mi cama, y en mi cama no lograba dormir. Hoy veo en retrospectiva esta situación y no me explico cómo lo hacía y cómo lo soportaba.

Con el cambio de trabajo, abandoné el segundo trabajo, pero el deterioro físico ya estaba, mi mente tampoco estaba bien y no lo sabía. No quería que en casa faltara nada, había cuentas que pagar y necesidades propias de toda familia con dos hijos escolares. Mi marido en ese tiempo, había perdido el trabajo y por un tiempo largo, solo vivíamos con mis ingresos.

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Llevo días planeando sentarme a escribir, pero siempre lo pospuse, tal vez por temor a enfrentar lo que escribir me iba a revelar desde mi interior. Estuve por unos días enredada y atemorizada por una tontera, dándole más poder a una situación de lo que realmente tiene. Resulta extraño de mi parte, porque generalmente no le doy importancia a las malas energías que otras personas puedan lanzarme, es más, hasta cierto modo lo disfruto. No sé si es tan positivo sentir eso, pero es real, disfruto cuando genero envidia o rabia en otras personas, es como que en el fondo con eso me dan un valor extra y a mi!!

Luego, hace dos días, me puse a analizar la situación y viendola en perspectiva, me di cuenta que no tiene mayor importancia, que no puede hacerme daño, que no me afecta en nada, que mi vida sigue siendo la misma, aunque esa o esas personas me tiren malas vibras y me ignoren. Por supuesto, no es lo ideal, uno siempre quiere que la gente esté en armonía a nuestro alrededor y todos nos llevemos bien, pero también tengo claro que no es un problema mío, el hecho que las personas no comprendan algunas cosas o tengan otras opiniones que no comparto. Todos los seres humanos somos diferentes, y reaccionamos diferentes a estímulos y situaciones similares.

Hubo una discusión entre vecinos de mi comunidad, y algunos se terminaron enojando y no se hablan y de rebote no me hablan a mi tampoco. Resulta chistoso de todos modos.

Por otro lado, la persona con la que tuve una relación después de separarme, se ha vuelto muy insistente en escribirme a diario, no sé porque yo también le respondía, aunque no muy rápido, pero manteníamos un diálogo durante el día. Finalmente, él recuerda ciertas fechas que fueron importantes en nuestro comienzos, y me escribía referente a eso, y paralelamente, yo estaba decidiendo dejar de hablarle, porque siento que me estoy traicionando a mi misma. Cuando todo terminó, decidí que nunca más le hablaría y no sabría nada de mi. Un día respondí el teléfono y falló el identificador de llamadas, no mostró quien era, hablamos por unos minutos, en realidad él habló y yo escuché. Por wasap me habla con frecuencia, pero yo he estado meses sin responderle, y de pronto respondo brevemente, para luego ignorarlo nuevamente.

Siento que es lo que se merece, y me gusta que me diga que me extraña y que nunca se olvidará de mi, tampoco yo podría olvidarlo, pero no se merece mucha atención de mi parte.

Gracias a Dios, había recuperado el buen dormir y sin medicamentos, por unos días he estado durmiendo mal, alterada, inquieta, pero ya estoy clara nuevamente, que nada puede hacerme daño, si no le doy un poder que no tienen por si solos, eso lo manejo yo.

Estoy tranquila y serena otra vez. Gracias. Gracias. Gracias.

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Nací en Santiago, en diciembre de 1965. Mi madre vivía en una casa en Av. Matta con Carmen, donde arrendaba una pieza. Mi tía vivía ahí con ella, y arrendaba otra pieza con su marido. Mi madre no era casada con mi padre, al poco tiempo se distancian y quedo al cuidado de mi tía, cuando mi madre trabajaba. Luego de vivir ahí, nos vamos a vivir al sector de Valdivieso en las faldas del Cerrro San Cristóbal, tengo bonitos recuerdos de esa etapa, mayormente por supuesto, de mis juegos. A los pocos años, yo tendría como 4 años, nos vamos nuevamente a vivir a otro lugar, esta vez cerca de la Plaza Chacabuco en Independencia, casa que era de la hermana de la dueña de la casa de Avda. Matta, con quien nunca perdieron contacto y siguen siendo amigos y nos juntamos todos los que vamos quedando.

Mi infancia fue difícil, en plena época del gobierno militar en Chile la pobreza era habitual, en mi casa no habían muchos recursos. Viviamos con mi tía y su marido, quienes fueron mis padrinos y me dieron mucho amor y cuidados. Crecí jugando en soledad, y luego acompañada de mi perrito Terry, que fue un regalo de mi tío Enrique, un hermano postizo de mi madre. Gran compañía mi Terry, fue un perrito muy especial para mi, aun me duele su partida.

En ese tiempo mi familia aprendió a criar conejos, pollos, gansos, pavos. Era la mejor manera de contar con carne para el consumo familiar y tener huevitos frescos. Era habitual tener que ir a una “cola” para comprar mercadería, los locales comerciales no atendían de manera normal como es hoy.

Fui a una escuela básica pública ubicada aun en Huasco con Nueva de Matte en la comuna de Independencia, luego la enseñanza media comercial en un Colegio de Recoleta donde egresé con el título de Contador. Comencé a trabajar a los 17 años como cajera en una panadería durante las vacaciones, con ese dinero me costeaba los gastos para revelar fotografías que tomaba de mi vida escolar, aunque durante dos años fue mi madre quien me ayudó a revelar la inmensa cantidad de fotografías de mis perros, y de mi vida escolar que tengo actualmente.

Mi primer amor fue a los 15 años, mi primer beso lo dí un 27 de mayo. Los pololeos eran diferentes a los actuales, eran solo besos y abrazos en su mayoría, claro que también tuve compañeras que se embarazaron y tuvieron que dejar el colegio tempranamente.

A los 24 años conocí a quien sería mi marido y el padre de mis dos hijos, estuvimos casados 24 años. Fue muy triste darme cuenta que todo fue mentira de parte de él, que me utilizó para tener un techo y una “familia”. Al separarnos, nunca más contactó a mis hijos, desapareció. Hace unos dos años comenzó a enviar mensajes por wasap a mis hijos. Mi hija le respondió pocas veces el teléfono y solo para hacerle saber la rabia que le tenía y contarle lo bien que estábamos sin él. Mi hijo, no le responde ni mensajes, ni menos llamadas. Ellos también se dieron cuenta de las mentiras que vivimos. Ha sido doloroso para todos, pero también eso nos unió más.

Hoy vivimos los tres con mi madre y mi hijo menor. Mi hija que también se separó hace como dos años, está viviendo cerca de mi casa, en un departamento con mi nieta que tiene 11 años. Cuando se separó se vino a mi casa, para rearmarse y comenzar desde cero. Hoy está bien y encontró un buen trabajo.

Trabajo en una empresa que presta asesoría empresarial en la comuna de Vitacura, y luego de la pandemia, donde mi trabajo era de manera remoto 100%, hoy es híbrido, lo que agradezco y disfruto mucho.

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Por qué escribo

Me gusta escribir desde que aún no sabía hacerlo. Tenía como 4 años simulaba escribir en un cuaderno de líneas. Sentía un placer inexplicable, con tan poca edad ni siquiera me planteaba por qué lo hacía. Era un juego y lo jugaba casi todos los días. Luego, me iba a la Comisaría de Carabineros que tenía como a dos cuadras de mi casa, (me arrancaba) a hacerle compañía al Carabinero de guardia, “leyéndole” mi escrito. Recuerdo que siempre tenía una historia distinta en mi cabeza, y esa iba relatando desde mi imaginación.

Cuando aprendí a escribir a los 6 años, comencé con pequeñas historias inventadas con pinceladas de verdad. Luego cerca de los 10 u 11 años, comencé con un “Diario de Vida”. Donde escribía mis penas de niña que se sentía profundamente sola, incomprendida y no querida. Esa costumbre fue intermitente, en el tiempo. Pero en la adolescencia fue más intensa. A los 12 años creo que fue el tiempo de mayor crisis, y escribía a diario, lloraba escribiendo, botaba mis angustias. Nunca nadie se enteró de lo escrito y nunca lo hará, porque cerca de los 40 años cometí el peor error, los boté a la basura. No dimensioné el tesoro que tenía en mis manos, fruto creo yo de la desvalorización que tenía hacia mi misma. Hoy cada vez que lo recuerdo, siento un profundo arrepentimiento. Hoy que quiero y deseo escribir mi biografía, me serían tan útiles para recordar mis sentimientos de ese tiempo, las vivencias que me generaban tanta pena y angustias, ya que solo recuerdo la tristeza, y tengo noción que hechos eran lo que me angustiaba, pero no recuerdo lo que escribí, ni la visión que tenía en ese tiempo, de lo que vivía.

Soy una mujer madura, de 57 años, que tiene dos hijos adultos. Mi hija mayor independiente, vive con su hija de 11 años en un departamento cercano a mi casa. Mi hijo menor vive conmigo y mi madre, él está estudiando su segunda carrera, Pedagogía en Inglés. Trabajo en la parte administrativa de una empresa que otorga asesoría empresarial a constructoras e inmobiliarias en Santiago de Chile.

He retomado por una necesidad interna, la escritura. Me he dado cuenta que al escribir he encontrado soluciones, he encontrado causas y por lo tanto, también he podido ayudarme a comprender qué pasa conmigo, mis sentimientos, mis penas. Hoy me siento más tranquila, logro dormir mejor, despierto con un poco más energías que antes. No tomo pastillas para dormir, tampoco para la depresión.

Estoy formándome el hábito del ejercicio diario, llevo como dos semanas en eso, compré un Trampolín que al parecer es el ejercicio menos dañino para las articulaciones y que genera grandes beneficios al cuerpo. Nunca he tenido ese hábito, ya que muy niña me diagnosticaron “hiperlaxitud” y me prohibieron la actividad física, por lo que crecí viendo a mis compañeras tomar la clase de “gimnasia” y yo siendo mera espectadora. Cuando compré mi primera cámara fotográfica como a los 15 años, me dediqué a tomarles fotografías en esos momentos, así actualmente forman parte esas fotografías de la memoria gráfica de nuestros encuentros.

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Primer recuerdo

El primer recuerdo que tengo de conciencia de vivir, es cuando en el salón de la casa en que mi madre y mi tía arrendaban una pieza, ubicada en la calle Avda. Matta esquina Carmen, había un baile y todo era alegría. Estaba mi tía bailando con los amigos de la época, mi madre también estaba en medio de ese salón bailando Chachachá. Recuerdo sentir desagrado por eso, quería que mi madre estuviera sentada a mi lado, y no entremedio de tantos extraños para mí.  Debo haber tenido entre los dos o tres años. Sé que dicen que no es posible tener recuerdos de esa edad, pero insisto que mi recuerdo es real. También tengo otros.

Mi madre vivía en una casa inmensa donde arrendaba una pieza, y mi tía arrendaba otra junto a su marido. Ambas llegaron a vivir ahí antes que yo estuviera en planes siquiera, de llegar a este mundo. Mi tía estaba separada y tenía un hijo que ya era adulto y vivía de manera independiente. Había ingresado al Cuerpo de Bomberos y se alojaba en el cuartel, como le era permitido a los solteros.

Como cualquier mujer joven, (ambas lo eran), tenían amigos y pretendientes. El pretendiente de la otra hermana de mi madre, Ana, su nombre era Hernán, le había presentado un amigo a mi madre, se trataba de Omar del cual no sé mucho, sé que tenía dos años menos que mi madre, que era un hombre alto, moreno, atractivo y con los ojos de color pardo, los que cambiaban de colores según el clima. Suena chistoso, pero es real.

Este hombre al parecer trabajaba de mecánico tornero, y gustaba de disfrutar para distraerse, tomando un trago y bailar, nada anormal para cualquier ser humano. No sé si tenía algún tipo de estudio especializado o técnico, para ejercer dicha actividad.

Las reuniones en las tardes después del trabajo del grupo que se juntaba en esa casa, que era siempre con un ambiente festivo y alegre, comenzaron a ser habituales.  El matrimonio de Juan y Gina, tuvieron tres hijos Ana María, Juan e Irma. Gina tenía tres hermanos Tirsa, René e Irma. Esta última era soltera y sin hijos, quien habitaba la casa y como era de gran tamaño, para ella sola, arrendaba piezas. Así es como llegan mi madre y mi tía a esa casa, y generan grandes lazos de amistad con la familia de hermanos, eran muy buenas personas.

Mi madre y su hermana Ana se terminan emparejando con Omar y Hernán respectivamente. Hernán venía de Punta Arenas, quien era menor 12 años que Ana, era un ingeniero que trabajaba en la Endesa. Paralelamente su otra hermana Dolores, comenzaba otra relación con un hombre llamado Carlos, oriundo del sur de Chile, hijo de padre desconocido, de buen corazón y atento, que también era pensionista en otra casa cercana, en el mismo barrio Matta.

Las tres parejas y la familia de hermanos tomaron como hábito reunirse para conversar en las tardes, y de la nada surgía una fiesta la que les alegraba el alma a las hermanas que tan mal lo habían pasado desde niñas.

Las tres hermanas tenían un hermano, que se encontraba viviendo con una familia que lo acogió tempranamente, luego de quedar huérfanos. Mi abuela Berta, fallece un 26 de mayo del año 1936, teniendo solo 36 años, producto de una Tuberculosis. El abuelo, Arturo, fallece dos o tres meses después de un infarto cardiaco, dejando solos a los cuatro niños. La mayor tenía 13 años y la menor (Rosa, mi madre), tenía solo dos años. La familia vivía en San Bernardo, en ese tiempo, la comuna formaba parte del campo, estaba muy lejana a la ciudad de Santiago.

A estos cuatro hermanos, de un día para otro les cambia la vida por completo. Mi madre, Dolores y Ana, se van con Enriqueta Pañella, donde va mi abuelo Arturo a dejarlas, en un comienzo por un tiempo, mientras él puede reorganizarse y recuperar a sus hijos, Enriqueta era una mujer española que llegó a Chile arrancando de la guerra en España con su marido José, y se hace amigo de mi abuelo Arturo, justamente en el barco que los trae a Chile cerca del año 1900, siendo muy jóvenes. Esta pareja de españoles provenientes de Cataluña, trabajaban como concesionario de casino en un Club de Equitación ubicado en el sector alto de la capital. Arturo se va con sus padrinos, el matrimonio de un italiano llamado Atilio Compossi, quien también venía en el barco junto a José Pañella y su esposa Enriqueta.

El matrimonio recibe a las tres hermanas, la mayor con 13 años, la otra de 7 y la menor con dos años. Eran más bien toscos, poco cariñosos, pero conscientes de la necesidad de dar cuidados a las niñas. Mi madre crece al cuidado principalmente de la Asesora del hogar que tenía la señora Enriqueta, una mujer buena de nombre Amalia, Ella estaba encargada de darle a la “nena” las atenciones propias de la edad, sería lo más cercano a lo que mi madre conocería como una “mamá” y con la atención permanente también de su hermana Dolores.  

Finalmente, Ana no permanece en la casa y es ingresada al internado de una orden de religiosas hasta cumplir los 18 años, porque presenta dificultades propias del trauma de perder a ambos padres, y “los padrinos” no saben identificar los problemas que le aquejaban, como orinarse durante la noche y durante el día, mientras jugaba, solo tenía 7 años. Para la época poco se conocía de traumas asociados a problemas físicos. Mes a mes pagan la mensualidad a las religiosas por la permencia de la niña en el internado.

Mi madre asistió al colegio Santiago Concha que está ubicado en la calle Ricardo Cumming, casi esquina de San Pablo, pero al poco tiempo de ingresar, fue retirada, cursó hasta el tercer año básico, Dolores no asistió más al colegio. Su hermano Arturo terminó los estudios y pudo estudiar mecánica. Luego ingresa a LAN, la línea aérea donde trabajó hasta el momento de jubilar. Fue el único de los cuatro que tuvo estudios.

Mi tía Ana, se casó con Hernán y tuvo tres hijos, Ana Claudia, Sandra y Hernán, mi tía Dolores o Lola como la llamaban, se casó a los 17 años con un hombre mucho mayor que ella, José Urrestarázu, quien tenía 35 años. Arturo se casa con Guillermina y tiene un único hijo llamado también Arturo, quien fallece a los 19 años, por Difteria. Tengo recuerdos de jugar a la pelota con él, en la casa de la Población Lemus a los pies del Cerro San Cristóbal por el sector de la calle Valdivieso. Recuerdo haberle tenido mucho cariño, me llevaba bien con él y de pronto supe que enfermó. Fue hospitalizado y nunca volví a verlo. Pregunté que tenía “Arturito”, así le decían. Mi madre me dio una explicación a grandes rasgos, no había un conocimiento muy acabado de la enfermedad. Hoy es tratable, incluso existe la vacuna. Me impactó mucho la explicación de lo que pasa con la persona que sufre esa enfermedad, creo que fue el primer impacto que tuve, debo haber tenido menos de cuatro años también.

Me generó un gran impacto, por que el relato incluyó la descripción de como se “instala una telita en la garganta” y no deja respirar al enfermo, el que fallece por asfixia finalmente.  Mi mente tiene imágenes de su funeral, del llanto desconsolado de su madre Guillermina. Mi parte histriónica de esa edad, me lleva a imitarla al llegar a casa, sin poder comprender el tremendo dolor que sufría esa madre.

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Está ubicada en una colina, en cualquier lugar de la costa de mi país, se ven las gaviotas y otras aves, se escuchan… El ambiente es tibio, el sol siempre está presente, no solo para entibiar el lugar, también para mantener calentita mi alma, a la que le cuesta sentir y expresar la calidez.

La casa de mis sueños, huele a mar

Es el sueño real de mi vida, terminar mis días viviendo en el mar, con la calma eterna que nos marcan las olas, su ritmo será el ritmo de mi corazón. Entonces, no tendré desequilibrios de tiroides, ni mentales. Nada tendrá más importancia que mi vida junto al mar, tener la bendición de despertar y ver el océano, cerrar mis ojos y dormir con las olas en mis oidos.

La casa de mis sueños, no tendrá la obligación de ser grande y con muchas habitaciones, pero la obligación de tener un árbol grande y frondoso, donde pueda descansar en sus raíces y abrazarlo cuantas veces sea necesario para llenarme de su energía infinita, proveniente del universo.

En la casa de mis sueños, no sentiré soledad, no necesitaré que me visiten los amigos y la familia, no será obligación “ir a ver a mamá”. No sentiré que mis hijos no me recuerdan, que no sienten necesidad de verme, que los amigos me han abandonado, que estoy vieja, que la hora final se acerca.

En la casa de mis sueños, esperaré pacientemente el final, y disfrutaré como nunca el aquí y el ahora. Leeré todos los libros que tengo pendientes por leer, todos los que me esperan en mi biblioteca a que sienta la inspiración para ser el escogido de la semana.

En la casa de mis sueños, solo importará la visión diaria y contemplativa del océano, ese que tanto ansío siempre ver y estar en él, pero que sin embargo, me es tan esquivo hoy.

En la casa de mis sueños, el pasado está aceptado junto con los errores, solo me he quedado con las lecciones aprendidas y la sabiduría adquirida. Ahí he dejado de juzgar, me dedico a observar.

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Siento que ambas están acercándose cada vez más a mi, mis pensamientos y sentimientos están siendo negativos. He comenzado a sentir pena de mi, a ejercer juicios de mis actos, de mis logros, esos que no tengo.

He vivido dos episodios diferentes estos últimos días, que me han hecho pensar que debiera dejar los medicamentos, tanto el ansiolítico como el que me ayuda a dormir. Hace una semana, olvidé tomar el ansiolítico al desayuno, era domingo. y luego de como me sentí ese día, dudo si lo tomé el sábado, no lo recuerdo.

El primer hecho fue que he sentido esa desagradable sensación antes, y lo asocio al hecho de no tomar el ansiolítico al desayuno. Me siento muy mal, es un estado de malestar generalizado que se acrecienta en lo desagradable con el hecho de sentir que mis movimientos generan golpes en mi cuerpo, más que nada en mi cabeza, pero al interior de mi cráneo. Si me quedaba quieta, sentada en mi cama por ejemplo, la sensación se iba. Otras veces lo he sentido, pero ha sido más leve, no como esta última ocasión.

El segundo hecho, fue el jueves recién pasado, cuando me tomé como habitualmente lo hago de lunes a viernes, el medicamento que me ayuda a dormir, entre las 20:30 y las 21:30 hrs. Luego de eso, mi hijo quiso comprar una bebida, y al llegar me ofreció un vaso. Acepté a ir a tomarlo al comedor con él y su polola. Finalmente me sirvió un Vodka con bebida. No le di importancia, ni pensé en que podría hacerme mal, porque cuando me tomo una cerveza, nunca me ha provocado nada. Abreviando la historia, pasaron como dos horas y un segundo trago, mezclado con galletitas y creso crema con soja. Cerca de las 12:00 de la noche comencé a sentirme rara y dije es momento de ir a dormir porque si no mañana no me levanto para trabajar. Estaba en el baño lavándome los dientes, cuando de pronto desperté con un fuerte golpe en la parte posterior de la cabeza, no entendía lo que me pasaba. Me puse de pié y terminé de lavarme los dientes. Me di cuenta que con el golpe, quebré una de las cerámicas del muro. Salgo del baño para meterme en mi cama directo. y al caminar nuevamente desperté en el suelo, en la entrada de la pieza de mi mamá, con el inmenso susto que le hice pasar. Desperté nuevamente y le digo “tranquila, si solo me caí pero estoy bien” para tranquilizarla. Me ayudó a llegar a mi cama y me acosté.

Sentí que me dolía el golpe en mi cabeza y comencé a sentir un chichón, para eso ya me había puesto mi pijama, pero con dificultad. Mi hijo entró nuevamente al departamento y mi mamá le contó lo que había pasado. Mi hijo quiso entrar cuando me ponía el pijama, y le pedí que esperara un momento.

Cuando entró ya me sentía mejor, y no perdía la conciencia. Lo tranquilicé, pero igual se molestó porque supo que me había tomado el medicamento para dormir, y que yo no lo había dicho nada de eso.No lo hice porque no creí que tuviera importancia, dado que nunca me afectó al tomar cerveza. Pude caminar nuevamente hacia el refrigerador y sacar hielo para ponerme en la cabeza, no volvía quedar inconciente.

Al día siguiente busqué información en internet y creo que lo que me pasó, es que me quedé dormida, por eso no recuerdo caerme, solo al despertar en el suelo, pero relativamente conciente.

Al pensar después del hecho, llegué a la conclusión que lo mejor es dejar de tomar más medicamentos y que llegó el momento de vivir sin ellos. Pero ¿cómo voy a lograr estar con un ánimo estable y sin angustia? ¿Cómo voy a lograr dormir? Anoche no tomé el medicamento para dormir y dormí pésimo, tarde y a saltos. fue una noche horrible.

Después de todo esto, fui al doctor, así es que me tomé exámenes y veré si hay algo que me ayude medicamente a estabilizar mi tiroides y eso me ayude a estar mejor.

Además, de todo esto llevo días en que pienso que soy penca, que no he logrado nada, que no les dejaré nada a mis hijos, que sigo siendo una mujer pobre, sin haber hecho las cosas bien.

Si pudiera retroceder el tiempo, haría todo diferente, Eso me causa daño y no puedo dejar de sentirlo, porque es real, Hice todo mal.

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Recuerdo haber tenido alrededor de 4 años o 5 años, y desde siempre con deseos de poder escribir, entonces como no sabía hacerlo, imaginaba que lo hacía con la sucesión de letras e en minúsculas, y cada tantas, hacía un corte para simular una palabra, de esa forma era capaz de escribir páginas y páginas.

Carabineros - Docamira
Betmi – Carabineros

Tenía un cuaderno con líneas, todo un lujo para la época que se vivía en mi país, corría el año 1970, y no era el mejor de los tiempos. Vivía con mi madre, mi tía y su marido. Mi familia era de pocos recursos, mi madre no había terminado siquiera la enseñanza básica, por lo que con gran esfuerzo, había logrado terminar un curso de Corte y confección, con esa herramienta y muchas revistas de moda, trabajaba haciendo ropa, vestidos y faldas mayormente para las vecinas y sus hijas. En ese tiempo no existían grandes tiendas con ropa variada a la venta. Resultaba más económico mandar a hacer la ropa a la costurera del barrio, esa era mi madre. En dicho cuaderno, yo fantaseaba con las historias que estaban en mi cabeza y que imaginaba escribir a diario.

Un día cualquiera, luego de estar en eso, sentada en los escalones de la entrada de mi casa en el barrio de Plaza Chacabuco, di una mirada a lo que tenía a mi alrededor, una calle amplia con casas en ambos costados, netamente residencial, dos perros que descansaban pegados a la solera de la vereda, uno que otro vehículo que transitaba, la cuadra era muy tranquila, de hecho a diario había muchos niños jugando a la pelota sin mayores preocupaciones, pero yo ése día decidí  hacer algo que siempre quería hacer, pero me habían enseñado a no alejarme de la casa, por alguna razón que no recuerdo decidí que ese día lo haría. Tomé rumbo hacia la mitad de la cuadra, donde había otra calle perpendicular muy cortita, que conducía a la calle paralela a la calle donde estaba mi casa, sin miedo caminé durante 4 o 5 minutos, cuando logré ver la Comisaría, mi corazón comenzó a latir más rápido, me puse ansiosa, feliz, por fin estaría con ellos, solo quería estar con ellos. Doblando a la izquierda continué caminando recto y llegué a la puerta de entrada de la Comisaría y el Carabinero que estaba de guardia sobre la plataforma de madera cuadrada que se ubicaba a la entrada en cada unidad policial, dijo “Cabo de guardia”. Era la costumbre, cada vez que alguna persona se acercaba a la puerta, para advertir al carabinero que estuviera de guardia, a cargo de atender a las personas que lo requerían. Sentía tanta emoción, me sentía importante, ellos me veían, ¡¡sabían de mi existencia!! Para esperar que apareciera el cabo de guardia, decidí sentarme en el escalón de entrada, y hacerle compañía al Carabinero que estaba de punto fijo, aunque tenía claro que él no podía hablarme, ni responder ninguna pregunta que hiciera, para eso estaba el “Cabo de guardia”.

Comencé con mucha tranquilidad a “leer” mi cuaderno, leía una historia que tenía clarísima en mi cabeza, hoy no la recuerdo, y que no daría por poder hacerlo. El Carabinero solo escuchaba, luego de un momento de estar en eso, llegó el “cabo de guardia” el que con asombro me mira instalada en el acceso principal, sentada en los escalones, y muy concentrada leyendo mi historia, no fue capaz de interrumpirme, solo me miraba. Yo era completamente feliz, no pensaba en nada más creyéndome tan importante ahora, estaba leyendo algo para un Carabinero, lo estaba acompañando mientras él trabajaba, no existía nada mejor que eso, en mi mundo solo existía ese lugar ahora,  ese momento, el resto no existía. No había familia, ni barrio, ni amigos, nada. Pasaron los minutos, y yo sin noción alguna del tiempo que transcurría.

El Carabinero de guardia me dejó seguir con lo mío, y comenzó a atender a las otras personas que llegaron a la comisaría. No tengo idea cuanto rato estaría en eso, pero fue un largo rato.

En mi casa, era otra la situación que se vivía, mi madre en vista que no me escuchaba, salió a verme en la puerta de la casa, donde siempre me instalaba a jugar sola. Con asombro y miedo, descubre que no estoy, comienza la búsqueda dentro de mi casa, pensando que tal vez pasé al patio y no me vió, se va al patio a buscarme, tampoco estoy ahí, continuó por las casas de mis amigos, tampoco me había ido a la casa de algunos de ellos, todos vivían en la misma calle, además, yo nunca había hecho algo así, solo tenía 4 años. En la desesperación de no encontrarme en ninguna parte, piensa que fue mi padre, quien ha ido por mi, y me llevó a la fuerza con él. Ellos no vivían juntos, ni se habían casado, producto del pololeo, nací yo.  Ya no había duda, mi padre me había llevado, en el fondo era un secuestro, así es que no quedaba más que avisar a la policía para que pudieran buscarme.

Mi madre entre lágrimas y con mucha desesperación, recriminándose a si misma, el hecho de dejarme jugar en la puerta de la casa, decide ir a Carabineros a dar a aviso, haciendo el mismo recorrido que había hecho yo, luego de unos minutos está cerca, y al acercarse a la comisaría, ve una niña pequeña con un cuaderno en las manos, que lee una historia al Carabinero que está de punto fijo, el que solo puede oír mi relato, sin poder hacer nada más. Cuando ve a mi madre acercarse, repite lo habitual “Cabo de guardia”. Mi madre llora y yo lamento que me fuera a buscar, si recién había llegado y lo estaba pasando ¡¡tan bien!! El Carabinero de guardia se acerca y se da cuenta que es mi madre, ella le explica la situación y él le cuenta que yo solo me había sentado ahí desde que llegué a leer mi cuaderno. Es entonces cuando notan que en mi cuaderno solo hay rayas, simulando letras. Mi madre le cuenta mi gran admiración por ellos y le agradece la paciencia.

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Mis manos fueron pequeñas, como todas las manos de un recién nacido, llegaron a este mundo un día de diciembre. Mi tía decía que mirar mis manos era ver las manos de su madre, es decir, de mi abuela, con los dedos largos y delgados. Terminé por adorar mis manos, pocos años después de abandonar la cuna maravillosa del útero materno, me autoconvencí que eran hermosas, y aun lo creo, eran hermosas.

Mis manos – Betmi

Cuando niña, teniendo alrededor de 9 años, mis manos intentaban hacer lindos dibujos, lo que en un principio no les resultaba. Con práctica fueron mejorando, luego vinieron las clases de Artes manuales, en un comienzo no fue su fuerte, pero fue surgiendo el gusto de mis manos por hacer cosas, desarrollaron habilidades para el dibujo, pintar, hacer maquetas, tejer, todo lo manual a mis manos les resultaba bien, y eso me fue dando ciertas satisfacciones, ya que también me hizo ganar algunos reconocimientos familiares y en el colegio.

Tenía 11 años y recuerdo cuando mis manos intentaban dibujar un paisaje de ciudad, era la convergencia de cuatro calles, tenía clara la imagen en mi mente, pero mis manos eran torpes. Me provocaba mucha frustración el no poder hacerlo, hasta que terminaba el día llorando, sin haber podido hacerlo. Fueron tres días de batalla contra lo torpe de mis manos y la obsesión de tener que lograrlo, finalmente pudo más mi terquedad, y mis manos lo lograron. El dibujo contenía la convergencia de cuatro calles, con edificios y luminarias, algunos automóviles y por supuesto, peatones.

Mis manos fueron protagonistas, con 12 años, de sus propios dibujos, hicieron 8 dibujos hermosos, de sí mismas, con qué orgullo los guardé por años, hasta que un día, ya adulta, cometí la estupidez de botarlos. ¡Cómo me arrepiento de ello! Estaba en 7ª básico, cuando la profesora de Artes plásticas pidió que nos miráramos las manos en diferentes posiciones, fue extraño porque nunca había puesto mucha atención a mirar mis manos. Les pedía que hicieran lo que yo quería sin prestar atención a ellas. Terminé el ejercicio de mirar mis manos en diferentes posiciones, empuñadas, estiradas, de lado, de frente, etc. El problema ahora era llevar esas imágenes al papel, solo con un lápiz grafito.

De pronto sentí confianza que podía lograrlo, solo debía fijarme en las líneas que se formaban en mi mano izquierda. Soy diestra, por lo que mi modelo fue mi mano izquierda. Traté de fijar en mi mente la figura de mi mano, las líneas y sombras que se formaban en las diferentes posiciones, hasta que decidí cual sería la primera posición que dibujaría. Sería mi mano izquierda estilizada, simulando una postura de ballet, esa sería la primera, e inicié el dibujo lo más calmada posible y sin hacer trazos fuertes, si no que sutiles, delicados, de cortos trazos, hasta formar la línea completa. Después de todo, no fue tan difícil y eso me animó a seguir con la segunda. La profesora nos había pedido 8 figuras en una hoja de Block 99.

Cuando terminé estaba tan sorprendida como orgullosa de mis dibujos, las manos estaban bien logradas, con sombras inclusive, para definir los pliegues. Fue tanto lo que me gustó el resultado que lo miraba y miraba por largos minutos. Lo que vino a sellar esa satisfacción fue el hecho de que, a la siguiente clase, la profesora recibió mi tarea y la calificó con un 7. No podía más de orgullo.

Fue ese hecho el que generó más confianza en mí para dibujar después.

Hoy mis manos, conservan las habilidades para tejer, coser, pintar y hacer adornos con pequeñas piedras, para armar joyas que luego luzco en mi cuello o en ellas mismas. Pero han aparecido en ellas las grietas y las manchas, lo que violentamente me muestra que envejezco antes de lo que quisiera.

Mis manos hoy no son capaces de seguir la misma velocidad de años atrás, para escribir al mismo tiempo lo que pienso, y el resultado es una letra horrible prácticamente ilegible, la razón es que mis manos aprendieron hace más de 40 años a escribir en un teclado, lo que llaman Dactilografía, algo que me generó un gran placer desde el primer día, además me ha ayudado mucho para mi trabajo. Ha sido motivo para destacar. Tenían entonces 14 años.

Mis manos me han dado grandes satisfacciones, me han permitido acariciar a mis hijos, sostenerlos en mis brazos mientras crecían, ponerlos al pecho, vestirlos, bañarlos, peinar sus cabellos, darles de comer, curar sus heridas, secar sus lágrimas, tejer sus ropas. Amo mis manos y les estoy inmensamente agradecida.

También recuerdo que mis manos acariciaban y cuidaban los cachorros de mi perrita, cuando tenían 12 años. Era a mí a quien permitía que los tocara y acomodara en sus tetitas. Tuvo 9 cachorritos y debía ir turnándolos para que todos se alimentaran bien. Su nombre era Perla, y la encontramos con mi tío un día en la calle, asustada y con hambre, era pequeñita, de raza Fox Terrier. Fue difícil no sentir amor por cada uno de los cachorros, y no sentir pena cuando cada uno encontró un nuevo hogar.

Recuerdo que miraba mis manos y las admiraba, las encontraba hermosas. Siempre pensaba que debía fotografiarlas para guardar en el tiempo lo bellas que eran. Finalmente, nunca lo hice y esa imagen solo quedó en mi mente.

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Me resulta increíble que sienta el nivel de temor a conducir, que estoy sintiendo.  Cuando comencé las clases de conducción no sentía gran temor, algo de incertidumbre, aunque ahora que recuerdo si tenía temor muchos años atrás, y nunca aprendí a conducir producto de eso. Vivo en Santiago de Chile, y los micreros son salvajes, no respetan nada ni a nadie, es realmente para tenerles temor. Hace dos años sentí que era el momento de avanzar en ese sentido, y que el temor se iría con clases de conducción, lamentablemente, creo que la escuela que elegí no fue la adecuada, no supieron ayudarme a superar el temor, llegué muy confiada el primer día, me sentía tranquila, segura que el profesor sería capaz de traspasarme mayor seguridad y me quitaría cualquier indicio de temor, que aprendería a conducir y todo sería una anécdota, que pronto estaría manejando mi autito, y yendo donde quisiera. Pero cuando cometí algunos errores, que tampoco fueron tan terribles, hoy lo veo con el tiempo, me doy cuenta que no eran cosas graves, pero recibí reprimendas en vez de corrección y apoyo. En el momento me quitó seguridad, cuando yo necesitaba lo contrario, eso fue haciéndome sentir que no lo lograría, que no servía para eso, que fue un error comprarme el auto y pensar que lo lograría.

miedo a conducir

Mi práctica

  • Luego, salí a practicar un día y ahí se fregó todo, perdí el control y no supe frenar a tiempo, cuento corto, choqué el costado del vehículo, no pasó nada grave, pero para mi fue lo peor que me pudo pasar. Sentí una profunda vergüenza, quería morir literalmente. Fue tremendo, tuve que mandar el auto a reparar esa parte y estuve como dos meses sin practicar por supuesto, luego de eso, el miedo fue creciendo en vez de more desaparecer. Llegó la pandemia y las cuarentena frenaron todo intento de superar el miedo y salir a practicar. Pasé casi un año encerrada, sin ocupar el vehículo. Además me atrasé con los permisos, porque estaba en el mecánico cuando correspondía que le sacara la revisión técnica correspondiente. Tiempo después mi ahijado necesitaba un auto, porque chocó el suyo, y ahí vino el alivio. El necesitaba salir con un auto que estuviera con sus papeles al día, y se encargó de hacer todo. Me lo devolvió listo para salir a practicar, pero no he sido capaz de salir a la calle, si hasta encenderlo estando estacionado me provoca una extraña sensación de inseguridad, no puedo explicar exactamente que es.

Lo que me molesta y a la vez me extraña, es que yo siempre me las arreglo, me conecto conmigo misma, para saber qué hacer en las situaciones complicadas, tengo frialdad para saber cómo resolverlo y lo logro. En cambio en esta situación, no lo he logrado. Debo ponerme firme conmigo misma, y empeñarme en lograrlo. No sé bien, cómo lo haré, ni tampoco si realmente lo lograré.

No puede ser que yo sea de una especie diferente y nunca logre aprender a manejar y lograr tener y vivir la libertad que da tener un auto propio.

¿Cómo es posible que esto me esté pasando, yo que siempre busco un método para lograr lo que quiero? ¡Cómo es posible que el miedo me gane la batalla, un miedo que nace de mi misma, debo ser capaz de dominarlo, y sacarlo de mi cabeza!! pero cómo!?

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No noté que hace casi un año exacto, fue la última vez que escribí, hoy es 26 de mayo y fue un día especial por mucho tiempo, hoy para mi es un día al que miro con distancia, como si un poco no fui yo quien lo vivió, como si fuera una historia muy muy antigua. Ayer me envió una fotografía donde estamos ambos en casa de una de mis amigas, en el encuentro siguiente al nuestro, sin texto alguno. Eso es lo que no logro descifrar, ni explicarme. Lo ignoré. Hoy envió tres fotografías de nuestro encuentro, donde estamos todo el grupo presente, diciendo que un recuerdo especial, que la fotógrafa era la más importante, (por mi). Que la luna se vistió de rojo, para recordar con nostalgia aquel día. También lo ignoré. Claro, ignorarlo solo para no responderle, pero interiormente no he podido dejar de pensar en eso. ¿Porqué lo hace? ¿Para qué lo hace?

Debo buscar forma de sacarme lo que tengo que decirle, lo que necesito decirle, sin tener que hacerlo, escribir una carta que jamás envíe quizás. Porque creo que si lo hablara con él saldría herida, él recurriría a decirme cosas, a rebatir con cosas hirientes, con rabia. No tengo porque pasar por eso, ni soportarlo. Es algo que debo superar, pero duele sentirse engañada, burlada, que te han mentido, y has caído como una tonta, creyéndote tan inteligente, nunca lo fuíste.

Hace una semana, tomé un taller de escritura terapéutica, fueron solo 7 días y la verdad que me gustó y lo disfruté, algunos días fueron más complicados, porque creo no haberlo hecho del todo bien, pero en general me gustó y creo haber aprendido algo. Además me motivó a continuar aprendiendo a escribir. Siempre me ha gustado, pero tengo claro que no sé hacerlo.

Espero en los próximos días comenzar con la escritura, en un principio el plan era retomar la escritura a mano, pero se me hace difícil, la letra es horrible porque las ideas y las palabras se agolpan en la mente, y mi mano no puede responder con la misma rapidez, siento que la pluma tampoco puede. En cambio con el teclado, todo va más rápido, estoy demasiado acostumbrada, y además disfruto mucho de la digitación en el teclado del computador.

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El martes recién pasado, respondí una llamada sin darme cuenta de quien era, el identificador falló y no me fijé en el número. Era temprano y comenzaba con mi Continuar leyendo

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En un día como ayer, hace 8 años me cambió la vida. Viví un día de nervios, de alegría, de vergüenza de mi. Felicidad por vivir una nueva reunión de compañeros de colegio, las que organizaba con cierta frecuencia. Había logrado juntar un grupo de cerca de 30 personas, con profesores, exalumnos, inspectores, me llenaba de gozo lograrlo. Pero ese día Continuar leyendo

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Siento que me odia, que tiene mucha rabia, no puede dejar de pensar en mi, de extrañarme, de desearme, y eso le provoca mucha Continuar leyendo

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Estamos en medio de una pandemia a nivel mundial. Llevo personalmente un mes sin ir a la oficina, pero gracias a Dios, he podido trabajar desde mi casa. Ha sido extraño, Continuar leyendo

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